"Hoy es 8 de diciembre, con ayuda de Dios hemos tomado la prisión de Sednaya", señala un miliciano ante la cámara y dentro de una de las más infames de las cárceles de Siria. En ella, decenas de miles de sirios desaparecieron durante la guerra civil. Los vídeos de las agencias muestran también a rebeldes que estarían liberando a mujeres y hombres encarcelados.
Al otro lado de la capital, los ciudadanos se llevan las obras de arte, el mobiliario o trozos de las larguísimas alfombras del palacio presidencial. En una habitación, un vecino, Hassan, sostiene un álbum de fotos de los Al Asad. "Son 50 años de injusticia, de insultos y de pobreza" asegura, mientras las llamas consumen algunas de las inacabables estancias del enorme recinto que se eleva sobre Damasco.
Fuera, la emoción quiebra la voz de Abú, uno de los rebeldes: "han sido 13 años sin que la gente pueda ver a su familia", dice. "Es nuestra segunda independencia. Es un momento para la historia de Siria" asegura Saed, mientras los sirios se congregan en la plaza de los Omeyas.