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En Portada estuvo en Colombia el día que se firmó el preacuerdo para acabar con un conflicto de casi 60 años, que ha dejado más de 220.000 muertos, el 80 % civiles, sin contar a los secuestrados, desaparecidos y desplazados. Las víctimas quieren paz y justicia y los guerrilleros y paramilitares procesados pueden ser los verdaderos beneficiados.

No hay pueblo de Colombia, por pequeño que sea, que no haya sufrido el zarpazo del conflicto. Han sido muchos años y demasiadas víctimas. Los crímenes se cuentan por cientos de miles y los índices de impunidad, los crímenes sin resolver, son muy elevados. Sin embargo, en medio de este mapa dolorido, un grupo de madres, las madres de Soacha, consiguió hacerse oír: se propusieron defender la memoria de sus hijos, que todo el mundo supiera que eran inocentes.

En una trama siniestra, miembros de las fuerzas armadas asesinaron a jóvenes a los que reclutaban con engaños para, tras alterar las pruebas, presentarlos como miembros de la guerrilla muertos en combate. A cambio, los soldados y mandos implicados, recibían recompensas, dinero, ascensos y permisos.

En Portada estuvo en Colombia el día que se firmó el preacuerdo para acabar con un conflicto de casi 60 años, que ha dejado más de 220.000 muertos, el 80 % civiles, sin contar a los secuestrados, desaparecidos y desplazados. Las víctimas quieren paz y justicia y los guerrilleros y paramilitares procesados pueden ser los verdaderos beneficiados.

No hay pueblo de Colombia, por pequeño que sea, que no haya sufrido el zarpazo del conflicto. Han sido muchos años y demasiadas víctimas. Los crímenes se cuentan por cientos de miles y los índices de impunidad, los crímenes sin resolver, son muy elevados. Sin embargo, en medio de este mapa dolorido, un grupo de madres, las madres de Soacha, consiguió hacerse oír: se propusieron defender la memoria de sus hijos, que todo el mundo supiera que eran inocentes.

En una trama siniestra, miembros de las fuerzas armadas asesinaron a jóvenes a los que reclutaban con engaños para, tras alterar las pruebas, presentarlos como miembros de la guerrilla muertos en combate. A cambio, los soldados y mandos implicados, recibían recompensas, dinero, ascensos y permisos.