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La explosión de casi 3000 toneladas de nitrato de amonio destruyó el puerto de Beirut, mató a 191 personas, dejó a 350.000 vecinos sin casa y ha traumatizado a niños en un radio de 20 kilómetros. Unos niños que están llamados a volver a las aulas a finales de septiembre, mientras se sigue trabajando en reparar las 160 escuelas afectadas. Las labores de rescate de cuerpos continúan también con la ayuda de un grupo de rescatadores chilenos.

Con el despegue del primer vuelo directo entre Tel Aviv y Abu Dhabi arrancan las relaciones diplomáticas entre Israel y Emiratos Árabes Unidos que prometen cambiar la geopolítica de Oriente Próximo. También muy pendientes de la formación de gobierno en el Líbano tras la explosión que arrasó su capital.

En Portland (EEUU) sigue la tensión por los enfrentamientos entre partidarios y detractores de Donald Trump y en Bielorrusia, Alexander Lukashenko, ha sacado los tanques para amedrentar a la oposición que sigue en las calles. En Berlín, analizan lo ocurrido tras la protesta de negacionistas anti-mascarillas con participación de la extrema derecha y en Italia, la isla de Lampedusa amenaza con ir a la huelga por la falta de respuestas ante el incremento de la presión migratoria.

Argentina inicia un nuevo periodo de confinamiento y Venezuela puede vivir un nuevo cambio en el seno de la oposición tras el traslado de prisión a su casa del diputado opositor Juan Requesens.

El Líbano se asoma al precipicio. Además de la explosión que devastó hace tres semanas el centro de Beirut, ha entrado en vigor un confinamiento con toque de queda nocturno por el rebrote del coronavirus. Los contagiados abarrotan los hospitales previamente colapsados por los seis mil heridos de la tragedia del 4 de agosto.
Un equipo de ‘Informe Semanal’ analizará desde Beirut la sacudida apocalíptica que ha sufrido el país, mayor, dicen muchos, que los 15 años de guerra civil. Antes de la pandemia, la mitad de sus seis millones de habitantes vivía por debajo del umbral de la pobreza. Un 30 % son refugiados palestinos o sirios. La nueva crisis ha erosionado aún más la confianza de los libaneses en su débil democracia y en un Estado que reparte el poder por cuotas confesionales -un presidente cristiano maronita, un primer ministro suní y un presidente del parlamento chií.

Los jueces del Tribunal internacional para el Líbano consideran a un presunto miembro de Hizbulá como coautor del ataque que mató al primer ministro Rafic Hariri en 2005. Al resto de acusados los han absuelto. En el atentado suicida murieron otras 21 personas. No obstante, la justicia no ve pruebas suficientes que "vinculen directamente" al Gobierno de Siria o a la cúpula de Hizbulá en el atentado. Una sentencia que ha reabierto viejas heridas entra la comunidad suní y chií quince años después de los asesinatos.

Naciones Unidas cifra en 500 millones de euros los fondos necesarios para cubrir las necesidades más inmediatas de Beirut. Las prioridades: recuperar el puerto, para la entrada de alimentos, los hospitales dañados, y reubicar a las 300,000 personas que se han quedado sin casa, muchos de ellos niños.

Once días después de la explosión en el puerto de Beirut, que destruyó gran parte de la ciudad, siguen buscando cuerpos entre los escombros y llorando a sus muertos. Hay al menos 177 fallecidos y más de 6.500 heridos. Familiares de las víctimas piden que la investigación de lo ocurrido sea internacional y no libanesa y que los responsables rindan cuentas ante la Corte Penal Internacional, acusados de crimen contra la humanidad.

La explosión que sacudió hace días Beirut ha impulsado las protestas que nacieron en otoño de 2019 contra el Gobierno del Líbano. Los llamados revolucionarios aseguran que protestan contra todos los políticos, sin distinción, del más al menos importantes.

El pan es uno de los principales alimentos de la cesta de la compra en Líbano, un producto básico que está subvencionado. Pero para hacer pan, hace falta harina, y buena parte de las reservas estratégicas del país estaban en el silo del puerto donde ocurrió la explosión. El Gobierno asegura que tiene reservas para cuatro meses. El incidente ha agravado la situación de pobreza en el país y ha disparado los precios.

Más de una semana después de la explosión que arrasó la ciudad de Beirut, todavía quedan entrE 30 y 40 desaparecidos. El rastro de la explosión sigue visible en la capital libanesa, con muchos edificios dañados o en ruina. Se estima que unas 300.000 personas se han quedado sin hogar, como Liliam, a quien se le cayó parte de su casa encima.

En Beirut, tras la explosión en el puerto, muchos dependen de la ayuda humanitaria para superar tanto la crisis alimentaria como la económica. Una ayuda exterior que se condiciona a que hagan reformas. Se calcula que hasta 300.000 personas han visto sus casas destrozadas tras la explosión que acabó con la vida de más de 160 personas. Los damnificados acusan al Gobierno de la tragedia, mientras las ONG trabajan a contra reloj para prestar ayuda humanitaria.

El presidente del Líbano, Michel Aoun, reconoció hoy que supo de la presencia de una "gran cantidad" de nitrato de amonio en el puerto de Beirut el 20 de julio, dos semanas antes de la explosión que causó 171 muertos y más de 6.000 heridos, y aseguró que se informó de inmediato al Consejo Supremo de la Defensa.

"El presidente Aoun fue informado el 20 de julio 2020 a través del informe de Seguridad del Estado de la presencia de una gran cantidad de nitrato de amonio en un almacén del puerto de Beirut, el consejero militar de su excelencia informó al secretario general del Consejo Supremo de Defensa", afirmó la Presidencia en su cuenta de Twitter.

Michel Aoun también informó este miércoles al rey de España, Felipe VI, de que las estimaciones iniciales sitúan las pérdidas por la explosión del 4 de agosto en Beirut por encima de los 15.000 millones de dólares.