Dino Buzzati: Esperando a los bárbaros
Escritor, pintor metafísico a lo De Chirico, periodista, crítico de arte, enviado especial de su periódico, el Corriere della Sera, a Oriente Medio o Japón, Dino Buzzati (nacido en San Pellegrino di Belluno, en el Veneto, en 1906 y fallecido en Milán, en 1972) fue por encima de todo un narrador de un talento y originalidad sin iguales en la literatura italiana del siglo xx. Un verdadero caso aparte. Muy amigo en vida de Albert Camus, que adaptó su obra de teatro Un caso clínico (1955) la primera obra de Buzzati, Barnabó de las montañas, de 1933, renovaba una tradición que se creía ya perdida: la de un posromanticismo, aún cercano a lo real, pero con escapadas frecuentes a lo fantástico. Conocido cuentista, de los mejores del pasado siglo en Italia, el libro que lo lanzaría como figura internacional, siendo traducido a numerosas lenguas y convirtiéndose en una de las más deslumbrantes y representativas obras maestras de la literatura europea, sería la fábula metafísica y kafkiana El desierto de los tártaros, de 1940. Una bellísima obra simbólica, sobre el hecho de la espera, sobre la muerte, el fracaso y la gloria siempre por llegar – paralela en el tema a otras posteriores como Le Rivage des Syrtes de Julien Gracq, de 1951, o Esperando a los bárbaros de Coetzee, de 1980– que tenía como escenario un viejo fuerte aislado, la Fortaleza Bastiani, en la frontera misma de un misterioso desierto, en el que el teniente Drogo espera eternamente el ataque de los temidos tártaros.