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Brasil, la octava economía del mundo, ha comenzado el año con un cambio histórico. Por primera vez, una mujer asume la presidencia del país. Uno de los principales retos de Dilma Rousseff es continuar la senda de su padre político, Lula da Silva, y erradicar la pobreza extrema que padecen 22 millones de personas. Su modelo de gobierno tendrá además otra prioridad: acabar con la economía especulativa. El momento más emotivo de su discurso de investidura fue cuando recordó sus tres años en la cárcel como guerrillera que luchó contra la dictadura brasileña.

Dilma Rousseff, economista de 63 años, recogió el testigo de la era Lula asumiendo como primera presidenta de Brasil en un acto celebrado en el pleno de la Cámara de Diputados, en Brasilia. En el discurso inaugural de su mandato, Rousseff se ha comprometido a "erradicar la pobreza extrema" en el país carioca.

Lula mantiene el protagonismo en el día de la toma de posesión de Dilma Roussef. Brasil ha votado a Dilma porque quiere continuidad. Aunque también hay peticiones muy concretas: más del 50% de viviendas en Brasil no tienen saneamiento y el presupuesto en educación apenas llega al 5% del Producto Interior Bruto. El mayor reto: mejorar la vida de más de 20 millones de personas que todavía viven en la pobreza extrema. Lula tampoco pudo avanzar en reformas estructurales: todavía hoy 46.000 personas entre 193 millones de habitantes poseen de la mitad de las tierras de Brasil.

En la rampa del Palacio de Planalto de Brasilia, Dilma Rousseff no sólo se convertirá en la primera mujer que dirija Brasil tras recibir de manos de Lula la banda presidencial: se convertirá también en líder de una las potencias emergentes y de una nación que es referente política, económica y diplomáticamente en Sudamérica. Durante su mandato Dilma tendrá el gran reto de suceder a su mentor, el popular y carismático Luiz Inácio Lula da Silva, deberá aprovechar su legado o ser, simplemente, un paréntesis ante un posible regreso de Lula a la presidencia del país. De momento, y según las encuestas, el 70% de los brasileños confían en que hará un excelente o buen gobierno.

Lo ha hecho con una gran fiesta en Río de Janeiro. Su sucesora, Dilma Roussef, tendrá difícil superar los altos índices de popularidad de Lula que, por cierto, no cierra la puerta a un posible regreso.