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El carísmático expresidente de Brasil, que a sus 72 años seguía siendo la gran esperanza de la izquierda para recuperar el poder en las presidenciales de octubre, ha quedado prácticamente apartado de las elecciones al ratificar la Justicia brasileña en segunda instancia la sentencia por corrupción en una de las causas derivadas del caso Petrobras, lo que, en última instancia, le aboca al fin de su carrera política.