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La tragedia del 11S tuvo inmediata repercusión en todo el mundo. Una coalición internacional con mandato de la ONU, en la que también participa España, invade Afganistán, el país desde donde Bin Laden había preparado los atentados. Y en esa guerra, Pakistán es el principal aliado de Estados Unidos. Diez años después Pakistán libra su propia guerra contra el terrorismo.

Peshawar era "la ciudad de las flores". Hoy la llaman "el cementerio industrial": una ciudad arruinada y masacrada por las consecuencias de lo que sucedió hace diez años a once mil kilómetros de distancia. La gente no se atreve a salir de casa, y cuando vienen al mercado lo hacen con miedo, dice Qari Ahmed, dueño de un almacen de loza.

En los barrios de Nueva York con población árabe y paquistaní se vive con cierto nerviosismo el aniversario del atentado contra los Torres Gemelas. Porque no han olvidado que entonces sufrieron numerosos registros y detenciones arbitrarias de ciudadanos a los que su origen o su religión convirtieron en sospechosos de simpatizar con Al Qaeda.

La xenofobia se respira todavía en los barrios donde se concentra la población de origen árabe y religión islámica, cuyos vecinos sufren la desconfianza e incluso el rechazo de una gran parte de la sociedad norteamericano.

Diez personas han muerto en la ciudad paquistaní de Quetta en un atentado con bomba contra una mezquita, durante la celebración musulmana del fin del Ramadán. Hay al menos 20 heridos.

Se sospecha que el atentado ha sido obra de un terrorista suicida que ha hecho estallar un vehículo frente a una mezquita de la capital de la región de Baluchistán, fronteriza con Afganistán, donde a menudo se producen enfrentamientos sectarios.

Según publican los medios norteamericanos, Atiyah Abd al-Rahman, de 40 años y origen libio, fue abatido hace una semana en la región tribal de Waziristán, al noroeste de Pakistán.

De Pakistán llegan las imágenes de una ejecución de 16 policías a manos de la insurgencia talibán. En el vídeo, que TVE ha preferido desenfocar por su dureza, se ve a los agentes en fila en la ladera de una montaña. Están con las manos atadas y vestidos con el traje tradicional pakistaní. Antes de empezar los disparos, el cabecilla de los integristas, se refiere a sus rehenes como enemigos del Islam y les acusa de haber asesinado a menores en el valle del Swat en Pakistán.

Los policías caen al suelo, pero uno de los insurgentes insiste y les vuelve a disparar uno a uno en la cabeza.