Ha tenido una vida medida al milímetro desde que, a los 26 años, Isabel II se convirtió en la reina de Inglaterra. Aun así, la monarca más longeva del mundo disfrutó de momentos en los que consiguió saltarse el protocolo para demostrar que, más allá de la corona, podía disfrutar de una vida convencional.
Apasionada de los animales, ha tenido infinidad de perros, descendientes de su primera corgi, Susan. Una corte que viajaba en avión privado y que consiguió hasta su propia película. Pero quizás el que mejor supo ver lo que había más allá de su figura fue el osito Paddington, que descubrió lo que escondía en su inseparable bolso y le decía a la cara lo que muchos británicos pensaban: "Thank you".