Keir Starmer, el líder del Partido Laborista, está muy cerca de ser el nuevo inquilino del 10 de Downing Street. Todas las encuestas vaticinan una victoria abrumadora para este abogado reconvertido en político, cuyo trabajo como director de la Fiscalía de Inglaterra le valió ser nombrado Caballero del Imperio Británico.
Ha hecho la oposición a nada más y nada menos que a tres primeros ministros 'tories': el polémico Boris Johnson, la efímera Liz Truss y el actual premier en el cargo, Rishi Sunak. Durante todo su periplo como líder del Partido Laborista, puesto al que llegó en 2020 tras la estrepitosa derrota de Jeremy Corbyn en las elecciones de 2019, no ha podido sacudirse su fama de líder poco carismático y demasiado comedido a la hora de posicionarse en determinados asuntos.
Su mensaje de campaña es simple: mejorar la Sanidad pública, hacer crecer la economía, contar con más maestros en las escuelas y acabar con el Plan Ruanda. Todo apunta a que su perfil sólido y, por encima de todo, el hartazgo de los británicos ante años de "caos" conservador, devolverán el gobierno de Reino Unido a los laboristas después de 14 años.