La frontera de Cúcuta entre Colombia y Venezuela es muy permeable. Así lo quiere el Gobierno colombiano para no penalizar aún más a los venezolanos. Pero eso beneficia a las mafias que trafican con menores.
Katherin Crespo cruzó esa frontera hace ocho años. Buscaba libertad y una vida mejor, pero, desesperada, se tuvo que dedicar a la prostitución. Y cayó en una red mafiosa de la que le costó dos años salir: "Me cortaban la cara, me desfiguraban el rostro (...) Y un día decidí ya no más y decidí no ir".
"Verdaderamente están secuestradas, ellas no tienen derecho a nada. Ellos mismos lo dicen, a una niña o una mujer se le puede sacar más dinero que a una bolsa de coca o de perico porque esas las venden de una sola vez, pero a una mujer la pueden explotar muchísimas veces", lamenta Crespo.
Las redes de explotación sexual han sacado por Cúcuta a miles de menores venezolanas para llevarlas a prostíbulos de todo el mundo. Pero otras siguen explotadas en páginas web o en plazas de la ciudad.
Katherin lidera ahora una organización que se dedica a denunciar la trata y ayudar a las jóvenes explotadas a escapar de las redes mafiosas: "Hay muchas y es muy difícil salir de esta situación, pero con que dos o tres lo hagan yo me siento feliz y contenta".