El día después de la liberación de la ciudad de Jersón, el 12 de noviembre, le tomaron una fotografía a Glib, un niño uraniano de 13 años. La expresión de su rostro recorrió la ciudad y el mundo para convertirse en el símbolo de una infancia devastada por la guerra.
Ese día festivo, su madre lo dejó salir de casa después de nueve meses de miedo. En la foto, vemos a su alrededor la multitud que se apresura a celebrar la retirada de las tropas rusas, pero él no sonríe y su rostro permanece serio.
Hoy, Glib se muestra feliz. Pero las detonaciones sobre su ciudad le recuerdan que la guerra está lejos de terminar. Todavía no puede ir a la escuela y su futuro sigue siendo sombrío por el momento.