Las economías de Israel y Gaza tienen puntos de partida a años luz y con perspectivas en las antípodas. De Israel, considerada por muchos como la nación startup, de empresas emergentes tecnológicas, a Gaza, con una tasa de paro superior al 46%.
Israel se arriesga a perder ese lustre ante un conflicto que, cada día, según su gobierno, le cuesta 230 millones de euros.
Luego hay que tener en cuenta los costes indirectos derivados de usar 360.000 reservistas que eran ingenieros, abogados, con otras profesiones, por lo que lógicamente la actividad económica se está paralizando, hay establecimientos que han empezado a cerrar.
En Gaza, el impacto de la guerra en poco más de un mes ha destruido ya el 61% del empleo, según la OIT. Son unos 182.000 puestos de trabajo.
Sin posibilidad de libre circulación de mercancía y de personas, es muy difícil que haya iniciativa empresarial y flujos de inversión
Una economía y una población que ve agravada su ya difícil acceso a alimentos, combustible y electricidad, dependiente de las menguantes donaciones internacionales, de las ayudas de la ONG y de sus vecinos.
Israel, según su Banco Central, reducirá su crecimiento unas décimas hasta el 2,3% y borrará su primer superávit en sus cuentas el año pasado para pasar a un déficit del 3%