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  • Los efectos del GHB suelen comenzar a los 10-20 minutos de su consumo y duran entre 60 y 90 minutos
  • En el 2002 fue incluido en la lista internacional de sustancias fiscalizadas, prohibiéndose su comercialización
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A pesar de que sigue habiendo casos y hospitalizaciones, la pandemia del COVID-19 ya no es un elemento central en nuestras vidas. Sin embargo, hay quienes a día de hoy siguen sufriendo los efectos del virus. Los arrastran desde que se contagiaron y su vida no ha vuelto a ser la misma. Elizabeth Semper es presidenta de laAsociación COVID Persistente España. Se contagió en el trabajo en febrero de 2020, antes del confinamiento: "Cuando se suponía que tenía que haber resuelto la enfermedad, por desgracia continuó con una cantidad de síntomas que no cuadraban". De la disfunción respiratoria, derivan una gran variedad de síntomas digestivos, vasculares, cognitivos o dermatológicos: "Perdía la movilidad de un pie, perdía un oído a temporadas, me quedaba sorda. Pero, además, tampoco sabía reconocer objetos habituales, tenía un deterioro neurocognitivo importante, que afortunadamente no ha tenido secuelas". Sin entender lo que ocurría, acudió a un especialista un año y medio después, cuando llegó a un punto en que necesitaba ayuda para prácticamente todo. Una vez identificada la enfermedad, Elizabeth echa en falta una mayor empatía y atención por parte del sistema sanitario: "Fuimos nosotros los que tuvimos que ir casi puerta por puerta, médico por médico, explicando lo que estaba ocurriendo".

En Sevilla se investiga la muerte por un golpe de calor de un hombre que se desmayó en la calle. También, probablemente por calor, está en la UCI un trabajador de la construcción en Extremadura. Las altas temperaturas están aumentando el trabajo de los centros de salud. Los medicamentos -nos recuerdan los médicos- pueden acentuar los problemas. Como los diuréticos, que aceleran la deshidratación; los antihipertensivos, que pueden alterar la función renal, o los antidepresivos,  que pueden aumentar la temperatura corporal. Si hay duda, hay que consultar.

Foto: EFE/Ángeles Visdómine

La muerte es una característica inherente de la vida. En las últimas décadas, hemos logrado aumentar de forma considerable la calidad y esperanza media de vida, hasta situarla en los 83 años en nuestro país. Algunas personas son centenarias pero hay un límite máximo de nuestra existencia, en torno a los 120 años. Manuel Doblaré, investigador del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón y miembro de la Real Academia de Ingeniería, asegura que romper ese techo de cristal, extender la vida en condiciones saludables, es el objetivo de muchos institutos de investigación distribuidos por todo el mundo.

Mitos como el de Fausto u obras literarias como el Retrato de Dorian Gray, han reflejado el interés del ser humano por vivir más y mejor. Pero lejos de pactos con el diablo o de fórmulas mágicas que no existen, las posibles soluciones vendrán de la mano de la ciencia.

Los esfuerzos en prevención y tratamiento de enfermedades y en las condiciones higiénico-sanitarias de nuestro entorno han permitido que lleguemos a edades más avanzadas con mejor estado de salud. Pero los esfuerzos también se centran en diagnóstico y terapias de enfermedades hereditarias, reposición y regeneración de tejidos y órganos, medicina personalizada, administración controlada de fármacos y reprogramación celular para revertir la senescencia de las células del organismo.

La muerte es una característica inherente de la vida. En las últimas décadas, hemos logrado aumentar de forma considerable la calidad y esperanza media de vida, hasta situarla en los 83 años en nuestro país. Algunas personas son centenarias pero hay un límite máximo de nuestra existencia, en torno a los 120 años. Manuel Doblaré, investigador del Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón y miembro de la Real Academia de Ingeniería, asegura que romper ese techo de cristal, extender la vida en condiciones saludables, es el objetivo de muchos institutos de investigación distribuidos por todo el mundo.
Mitos como el de Fausto u obras literarias como el Retrato de Dorian Gray, han reflejado el interés del ser humano por vivir más y mejor. Pero lejos de pactos con el diablo o de fórmulas mágicas que no existen, las posibles soluciones vendrán de la mano de la ciencia.
Los esfuerzos en prevención y tratamiento de enfermedades y en las condiciones higiénico-sanitarias de nuestro entorno han permitido que lleguemos a edades más avanzadas con mejor estado de salud. Pero los esfuerzos también se centran en diagnóstico y terapias de enfermedades hereditarias, reposición y regeneración de tejidos y órganos, medicina personalizada, administración controlada de fármacos y reprogramación celular para revertir la senescencia de las células del organismo.
 

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  • Desde la implicación de adenovirus hasta secuelas de la infección por el virus SARS-CoV-2 causante de la COVID-19
  • Los investigadores creen que lo más probable es que tenga relación con una infección viral
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El Ministerio de Sanidad ha informado este sábado de la segunda muerte por viruela del mono en España, enfermedad que suma ya 4.298 casos confirmados en nuestro país, según los datos de la Red Nacional de Vigilancia Epidemiológica (RENAVE). Se trata de un hombre de 31 años con meningoencefalitis, cuyo caso está siendo estudiado por su asociación a la infección por viruela del mono. El primer caso mortal en España por viruela del mono se conoció el viernes y fue localizado en la Comunidad Valenciana. Foto: GETTYIMAGES. 

Estados Unidos es el país con más casos registrados de viruela del mono en el mundo. Nueva York y San Francisco han declarado el estado de emergencia. Los síntomas más comunes son erupciones o ampollas, cansancio y fiebre. La enfermedad puede durar de dos a cuatro semanas y la mayoría de las personas se recupera. Casi todos los casos se han dado en hombres que tienen relaciones sexuales con hombres.

Foto: Centro de vacunación contra la viruela del mono en Nueva York (Spencer Platt/Getty Images/AFP)