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Hartos de pintadas y garabatos, unos vecinos de la ciudad ucraniana de Kiev, encargaron a un artista callejero pintar un grafiti, que embelleciese las paredes de su edificio. Para ello el joven pintor Oleksiy Prymak, decidió dibujar un tema religioso más propio del Renacimiento, pero pasado por el tamiz de la actualidad.

Dicen que la historia la escriben los vencedores, pero también la fotografían. Del fin de la Segunda Guerra Mundial tenemos dos imágenes en nuestra memoria. La de Robert Capa, inmortalizando el golpe maestro que supuso el desembarco de Normandía, y la de Joe Rosenthal en Iwo Jima.

Capa y Rosenthal alcanzaron la inmortalidad, gracias a su obra, a este lado del muro. Del lado de los soviets, otro fotógrafo nacido con la Revolución, en 1917, y solo reconocido fuera de la URSS después de la Perestroika, es igualmente responsable de la imagen colectiva que hoy existe de la Segunda Guerra Mundial.

Yevgeni Khaldei estaba ahí cuando los moscovitas escucharon por radio su entrada en la guerra; vivió con su cámara los combates en primera línea y buscó el encuadre perfecto para la bandera soviética bajo el cielo de Berlín.

"Un fotógrafo de guerra no es lo mismo que un fotógrafo en tiempos de paz. Un fotógrafo de guerra debe estar en un lugar donde se juega la vida y tiene que capturar una imagen que recuerde a los que están muriendo en ese momento. Yevgeni Khaldei era esa clase de fotógrafo", asegura Yuri Shilovtsev, veterano de guerra.

Con motivo del 66 aniversario de la entrada de la URSS en Berlín, Khaldei recibe un primer homenaje póstumo en su tierra, Ucrania. Los jóvenes de Kiev se esfuerzan por apreciar en la famosa foto las costuras que unían los tres manteles con los que, en realidad, estaba hecha la bandera roja. El propio Khaldei llevó el patriótico atrezzo al campo de batalla, suponemos que porque los soldados estaban a otra cosa que no era pasar a la posteridad.

Khaldei también cubrió la conferencia de Postdam y los juicios de Nüremberg para la agencia TASS. En uno de ellos, en el que estaban Karl Dönitz y Herman Goering, este último empezó a gritarle "cerdo ruso". Goering habría añadido algo más si hubiera sabido que Khaldei, además de comunista, era judío. Paradójicamente, fue esto último la razón de que, en 1949, su Gobierno le relegara a tareas menos trascendentales. Pero, para entonces, la historia ya estaba escrita.

  • El ejemplo de progreso socialista soviético es hoy una ciudad fantasma
  • En 1986 las autoridades ordenaron su evacuación tras el accidente nuclear
  • Los nacidos en esas fechas siguen sufriendo las consecuencias del desastre

Era la una y 23 minutos de la madrugada en Ucrania, del 26 de abril de 1986, cuando estalló el reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil, el peor de la historia.Justo a esa hora, 25 años después, se ha celebrado una ceremonia de recuerdo a las víctimas en la Iglesia Ortodoxa de Kiev, la capital del país, a la que han asistido supervivientes del desastre y familiares.

Como en Pompeya, la vida se detuvo en Pripiat. Como en Pompeya, un estallido letal puso la ciudad en los mapas y la clavó en el recuerdo colectivo. Lejos de ser Pompeya, no fue un desastre natural el que escribió el destino trágico de esta ciudad de Ucrania, sino una serie de catastróficos errores humanos que condujeron a la explosión de la planta nuclear de Chernóbil. Estos errores la anclaron en la Historia contemporánea como el escenario de la mayor catástrofe nuclear hasta el momento, la anclaron en los años ochenta y en su espíritu soviético, la anclaron como una advertencia para el presente y para el futuro.

El martes se cumplirán 25 años de la catástrofe nuclear de Chernóbil. El aniversario podía haber pasado mas o menos desapercibido, pero el temor surgido por la situación de la central de Fukushima en Japón, ha hecho que pongamos mayor atención sobre las consecuencias del que hasta ahora era el mayor accidente nuclear de la historia. Nadie se atreve a aventurar los efectos que tendrá Fukushima, como tampoco nadie puede asegurar el número de muertos que causó Chernóbil. Sí se sabe que afectó a millones de personas y que las secuelas se seguirán viendo en los próximos 60 años. Hemos reconstruido aquel accidente de la central ucraniana junto a uno de los trabajadores que se jugaron la vida intentando controlar la fuga radiactiva. Analizamos las consecuencias de esa radiactividad que aún sigue filtrándose por las grietas del sarcófago con el que se selló el reactor que explotó hace ahora 25 años.

Harry Potter no tiene, de momento, más entregas, pero en Kramatorsk, un pueblo de la región ucraniana de Donetsk, un maestro ha abierto una escuela en la que sus alumnos exploran sus aptitudes extraordinariaas. 24/02/11.

El Cairo... Praga... Pekín... Tres ciudades distintas y un mismo escenario. La plaza proporciona la imagen de concentración. Es cuando el ciudadano ve que no está solo, se le alberga el anonimato, con la valentía que proporciona. Pero por otra parte rompe su individualidad, sabe que no está solo ante un tirano. Lo estamos viendo estos días en Egipto, pero también lo vimos durante la revolución naranja en Ucrania, la del terciopelo en Praga o en las protestas estudiantiles en la Plaza de Tiananmen. (06/02/2011)